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miércoles, 14 de noviembre de 2007

Aranda, cauce de familiaridad

Un día de esos en el que la niebla irrumpe sobre Carrequemada y, de tan espesa, no deja ver ni avanzar, ahí estamos.
Ensimismado sobre mis pasos, me interrogué acerca de cuál pudiera ser la esencia de Aranda, cuál es la característica que la distingue del resto de ciudades del mundo mundial.
Que ningún lugar en el mundo es igual.
Hace un tiempo, me divirtió acuñar un simbólico para la Villa: “Aranda, cruce de fronteras”. Imaginé, al construirla, que todos los países confluían, de alguna manera, aquí, intelectualmente hablando, ¡por supuesto!
Sus calles las rememoraba recorridas por Wells, Ava, (es decir, Orson y Gadner), según relata J.J. Cobo, y Hemingway, accidentado contra uno de esos árboles desaparecidos en el fragor de la edificación al lado de la plaza de toros, que debieran haber sido árboles protegidos sólo por quién se estrelló contra los mismos, y por quien dicen que lo acompañaba, y poetas, seres que son del más allá, Alberti y algunos franceses; y Cela y Baroja. Curiosamente, Cela y Hemingway portaron el ataúd de Baroja, en el día del fin de sus días. Aranda semejaba ser ciudad de todos los países, porque el Mundo se ubicaba en la misma, el lugar común del mundo Mundial.
En principio, y por eso de que nunca había sido capaz de proponer otra u otras, me pareció genuina y espectacular, de esos lemas que esperas que se esparzan como la pólvora. Un día de esos en el que la niebla invade Carrequemada, el distintivo se diluyó, quizá, porque le faltaba el qué.
¿Qué es, entonces, lo genuino de Aranda?
Las vicisitudes, cuando son comprendidas, sobrevienen de manera azarosa.
Un día que tope con varios amigos, surgió el nombre de una octava persona, desconocida para algunos. Suele ocurrir que no todos los nombres que conforman y trabajan en una Villa son igualmente familiares.
Uno o varios de los reunidos, iniciaron su filiación en la familiaridad, refiriendo su árbol genealógico, hasta el instante en que lograron su ubicación social. No se remitía ni a la fortuna ni a su puesto en el organigrama económico o la relevancia social. Se nos adhería a su más estricta familiaridad, filiándolo entre familiares vivos y muertos, con nombre o sobrenombre. Aquello si que me parecía genuino de Aranda. Como todo ocurrió a la vera del cauce del Duero, arrimé cauce y familiaridad y surgió esta rúbrica de nuestra Villa “Aranda, cauce de familiaridad”.
He ahí lo genuino y espectacular de Aranda.

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