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sábado, 18 de octubre de 2008

Todo se sabe

Todo el mundo, más o menos, ha efectuado referencia alguna vez, con relación a nuestra villa, al famoso título con que la intuyera el director español, J.A.Bardém. “Nunca pasa nada”.
En aquella película, el bueno de Bardém intentaba aclararse sobre el ánimus (por lo tanto, algo masculino) español de la época. Se trataba de hacer ver a todo el mundo, que el ser provinciano español consistía en, un hago lo que quiero, me perdonan lo que sea, el tiempo pasa y todo se olvida.
Al final, la vida es perdón, olvido y secreto.
La palabra secreto consistente fundamento de la vida en estos pueblos donde nunca pasa nada. Hubiese hecho lo que hubiese hecho el susodicho de la dicha película, el perdón salía de los labios de la gente y el suceso era un secreto a voces, siempre. Lo que nos dice a las claras y a las yemas, que donde nunca pasa nada, se sabe todo (porque se calla para siempre).
Allí donde nunca pasa nada, todo se sabe, por su tono de frase lapidaria, una de esas frases a las que no vence la lógica y que redactó ya hace tiempo la escritora Marta Rivera de la Cruz, en su novela Que veinte años no es nada, empecé a pensar sobre el secreto, y su consistencia.
El secreto consiste en que una información determinada no se sepa nunca. ¿Por qué? Porque afecta al honor de las personas, honor que hoy nada vale, decadente. Porque el resto del mundo puede constatar la maldad que desbordan los otros, y señalarla con el dedo, maldad, triunfante (los malos siempre ganan, los buenos la palman), que hoy manda por encima de la bondad.
Se pueden desmoronar empresas, naciones e imperios, por esas reuniones que no son para el pueblo y que hacen Historia, Historia que luego nos relatan para que no delate.
Sin embargo, a pesar de que todos los hechos que afectan al honor, a la vida y a la Historia de hombres y pueblos se deseen mantener en secreto, amanece un día en que todo el mundo lo sabe. ¿Por qué? Todos los que participan en el secreto se confabulan para que nadie diga nada, incluso firmando declaraciones secretas, y sin que ninguno de ellos sepa el porqué, un día cualquiera, es portada de periódicos.
Una de esas revelaciones, la que realizó Joao Havelange, sobre posibles favores a selecciones en los mundiales del 66, 74, 78.
El secreto es una sabiduría silenciosa que recorre la historia como un fantasma y cualquier día resucita, ese día normalizado, en el que todos los implicados saben que no les va a suceder absolutamente nada.