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domingo, 28 de febrero de 2010

Enseñanzas en Lourdes II

Si te vendes, te lo dan todo: honores, fama, reconocimiento y un puesto de absoluta responsabilidad. Si te vendes, sí, si trabajas para “ellos”, si los mantienes. Como en la pirámide del famoso Madoff, un engranaje donde los que se encuentran en la base, los más, los militantes, sustentan a los de arriba, a los que defienden el engranaje, a los que se muestran como perros de presa, muerden a quien se atreve a plantar cara, custodian a los que ordenan, a los que se salvaguarda de cualquier responsabilidad, a los de la cúspide de la pirámide. Es grato a los de arriba que los de abajo se hallen contentos, plenos de responsabilidad y que ninguno se cuestione el porqué del engranaje. Si se les cuestiona a ellos, a los que ordenan, a los de la cúspide, no importa, demuestran su fuerza dando un puñetazo aquí, un correctivo allá, preparan su venganza que saborean por anticipado. Los que ordenan, no participan en el escarmiento, que se lo proponen a los de la base, a los más, a los que militan, a cambio de una prebenda, por ejemplo, un trabajo.

Si te vendes, por supuesto, porque si no, sirves de blanco perfecto a la venganza, te resta recibir el puñetazo, el correctivo, las flechas del Santo.

Nunca me he vendido, nunca me venderé, si no te gusto, apártate de mí, no me precisas para tu venganza, acaso me precises como blanco de tu ira; pero no estaré ahí para recibirla, creo que me hallarás a tu lado, dándote el beso de perdición.

A los que se venden, advertirles que cuando no interesen, los arrojarán al vertedero. Si fallan, no tendrán segundas oportunidades. Si se encariñan de su blanco, perderán sus prebendas.

Yendo a Lourdes, aprendo: “amo y hago lo que quiero” (Jesús Nazareno)

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